miércoles, 20 de mayo de 2009

GRAFFITI: LAS VOCES DE LA CALLE

Retomando el comienzo, hay un espacio privilegiado en la ciudad, límite exacto entre lo público y lo privado, donde se libra una lucha simbolica sin cuartel: las paredes.

A la vista de todos, como en la plaza pública o el mercado, los discursos tejen allí sus redes de poder y saber de manera desordenada y pintoresca, estableciendo un dialogo con aires de payada, un malabarismo repentista, una infinita sucesión de enunciados referidos.

Primero las pintadas de corte político, social o sindical, luego los graffiti, fueron copando este espacio de poder invirtiendo todo el capital del que disponían: la complicidad, la palabra transgresora, la identificación desde la resistencia.

Surgido de los baños y de otros intersticios de la sociedad, los graffitis comparten una visión cómica y esceptica del mundo. Lenguaje extraoficial, lleno de referencias a lo "inferior", material y sexual, se asume en portavoz anónimo de lo que la sociedad rumorea por lo bajo. Robin Hood moderno que se apropia del capital simbólico de los "poderosos" para repartirlo más equitativamente.

Aerosol, tiza, carbón o pintura, compiten en las paredes a su modo con toda la trama de medios de comunicación "oficiales".

Ese es el campo donde juegan de locales, donde despliegan sus estrategias de redefiniciones aunque el capital simbólico invertido sea desigual.

El lenguaje es una técnica corporal. Por eso en las paredes se estableció una lucha cuerpo a cuerpo. De este modo podriamos ver a los graffitis como medios masivos de contestación ó, para decirlo más adecuadamente, de resemantización, y a los "graffiteros" como agentes sociales. Dueños de un poder en tanto porta1 voces de otros 'pibes sin calma' en esta 'ciudad de la furia', afilan sus estrategias y apuntan a quienes sujetan los cuerpos

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